Archive for Cajón de sastre

Super, super, super…

Fernando Lázaro Carreter en 1999.
Supertriste.
Leído en la carta de una lectora a su revista: «Hoy hace un año que murió mi Candy y estoy supertriste». Candy era una graciosa iguana, y eso podría haberlo escrito también un lector, porque super- es unisex; y ambos, idénticamente, podrían haber dicho que estaban superafligidos/as o superacongojados/ as o superfastidiados/as, si hablaban en versión de cámara y si transcribimos tales sentimientos con repugnante estilo de circular ortosexual. Esa tumescencia verbal ataca a millares de ciudadanos veinteañeros, y a una multitud talluda contagiada de su inmunodeficiencia idiomática. Estalla con vigor en los viernes de litro y jarana, pero no sólo: también brota en muy amplios sectores del «qualunquismo» hispano, desde el mercadillo a la boutique, y hermana a los famosos de tele y magacín con sus glosadores simbióticos.
Entre ellos, super- puede crecerle a cualquier adjetivo (o sustantivo) y hay miles de hablantes que se sentirían desvalidos si no ornaran sus calificaciones con ese bubón: su ligue les parece superguay, gozan de una pareja muy supercálida, y aquella lectora halló a Candy en el terrario donde dormía supermuerta. Si el ánimo de tales dilatadores se acoge al adverbio, dirán que se sienten superbien o supermal, tal vez superregular. Es el último estadio a que ha llegado por ahora la preposición super, que había sido fecunda en latín, ayudando a nacer palabras con el significado de ‘encima de’ o ‘por encima de’. Muchas de ellas perecieron en su viaje a los romances, pero las sobrevivientes fueron tratadas con confianza, y supercilium, por ejemplo, se hizo sobrecejo en castellano, o surcil en francés antiguo.
Inquietantes sabios medievales volvieron a tirar de tal formante para señalar ‘superioridad no espacial’, en docenas de voces como superabnegativus de Boccio, superflexus de Sidonio, o, gala de aquel apogeo, supereminentissimus de San Fulgencio; pero eran indigestibles para el vulgo rudo que, por entonces, ya andaba haciendo picadillo la lengua de Horacio.
Hasta el siglo XVIII, el español sólo había acogido unas pocas voces de ese legado sabio, traídas del latín por los doctos: superabundante, superbísimo, superficial, superfluo, superior… En 1803, el Diccionario académico había incorporado otra como ellas, supereminente. Y hasta 1884 no abre un artículo para la «preposición inseparable» super, a la que, entre otras aptitudes, le reconoce la de significar «grado sumo»; lo ejemplifica con el ya dicho superabundante y una palabra moderna: superfino. Era, sin duda, un galicismo de moda, que, por ejemplo, aparecía aquel año en La Regenta, y que se estaba empleando para calificar a las gentes de sangre delicada y a sus cosas, por ejemplo, a los lenguados pequeños -no mayores de diez centímetros- que el cocinero Muro exaltaba en 1894 como superfinos.
Cuando esperaríamos una creciente presencia lexicográfica de estas formaciones romances paralela al uso, sólo hallamos, en 1970, la inclusión de super- como formante castellano (y ya no como «preposición impropia»), indicio claro de que su presencia iba haciéndose activa y no podía dejar de reconocerse. Pero en el infolio no aparece ninguna voz de las que, con parsimonia, se usaban ya, dado el criterio de que, una vez consignados un constituyente léxico y su significación, no se reseñen, por economía de espacio, las voces a las que sólo aporta aquel significado: una vez definidos super- y fino, huelga superfino. Sin embargo, aún sigue residual en su columna académica, y continuó ejemplificando, él solo, el uso superlativo del formante super-, hasta 1992 en que se le junta otra formación moderna: superelegante. Era la consagración oficial de su pujanza.
Y es que, si no Malherbe, tío Sam había venido, con su afición y falta de respeto al latín, y super-, pegado con el mayor desparpajo a nombres y adjetivos, le llovía a Europa desde los alrededores de 1940. Servía de arranque a una enorme cantidad de vocablos, a los que aportaba la idea de que la sustancia o cualidad con que aparecía desposado excedían mucho de lo normal (el superhombre nietzscheano había sido muy jaleado), de que eran ‘muy grandes’, o de que poseían magnitudes no comunes (superpetrolero, superpotencia, supercombustible, superbombardero, supersónico, superconductor, supersíntesis…).
Y así, super- se convirtió en arma imprescindible de la publicidad oral y escrita, que hacía de una película una superproducción, de un gran mercado un supermercado (luego, un súper), de un equipo un supercampeón, de un espía de celuloide un superagente, de una gasolina con más octanos un supercarburante (más tarde, la súper); y proponía a la avidez general estufas supercatalíticas, cremas superhidratantes, compresas superabsorbentes, desodorantes superleales y gomas supersensitivas, mientras surgían abruptamente superpolicías, superjueces, superministros y superministras, superlíderes: pocos adminículos enfatizadores han mostrado mayor potencia genésica. Con más renuencia, el prolífico constituyente va apareciendo en textos de intención sustancial: superintelectual (Pemán, 1970), superlleno (Sábato, 1974), superadulto (Onetti, 1979), superedípico (García Hortelano, 1984), y ya con vigor, mil más.
Pero a lo que estamos, y que es la apropiación insaciable de super- por los hispanos, como por los franceses o italianos, a remolque del inglés, y que permite eludir otras maneras más refinadas de expresar la elación. El analfabetismo más fanático se ha adueñado entre nosotros de este truco exagerador para calificar y para liberar buena parte de la sobreexcitación nerviosa que, en esta época, aqueja a toda la zoología bípeda, necesitada de expresarlo todo en su ápice vibrante. Quizá, algún chavalillo/a, en la actual nueva edad oscura, esté diciendo ya, a lo San Fulgencio, que su pareja (¿y parejo?) es supercalidísima/o.
Pero, al lado de super, acechan hiper- y mega-. Pregunto a mi nieta Ana -ocho años- qué prefiere, si decir que la película Pocahontas es superbonita o que es hiperbonita. Resuelve sin dudarlo: hiperbonita; y da el porqué: «Es más chulo». Su hermano -seis años- asiente: «Chola más». «Querrás decir que mola»: «No: digo que chola». Otro nieto, su primo, ocho años, ratifica: «Sí, chola». He ahí el porvenir.
He de reconocer que soy una de esas personas que en el hablar diario (evidentemente no cuando escribo o hablo con un profesor o algo así), abusa del «super», y aunque me dé cuenta y vea lo mal que queda decir ciertas petardeces, lo sigo haciendo sin darme cuenta (o si me doy, porque también lo sé evitar cuando no debo decirlo).

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Libros

He añadido dos nuevos enlaces a los que he llegado desde Perdida entre libros, son Profesor en la secundaria y El gusanillo de los libros; donde recomiendan libros interesantes, razón por la que me llamó la atención Perdida entre libros (me gustaba cómo los analizaba, te da ganas de leerlos).
De hecho hoy me han traído «El baile» de Irène Némirovsky, un libro del que no había oído hablar (ni de la autora tampoco) y que me me apunté en la lista de libros para leer cuando vi lo que se contaba de él en Perdida entre libros… Si queréis saber de qué va, nada mejor que el post. Parece que no me va a llevar mucho tiempo leerlo, pero de momento estoy con un par de libros más (además de mis guías de viajes :P).
Y para acabar hablando también de libros (ahora que es verano y hay más tiempo libre para leer), vi en el periódico que Alberto Vázquez Figueroa ha colgado en su página su último libro «Por mil millones de dólares», os lo podéis bajar gratis o comprarlo en las librerías en edición de bolsillo o normal. La iniciativa es una manera de quejarse por el alto precio de los libros; y supongo que lo saca en bolsillo porque, cuando un escritor saca un libro (sobre todo si es esperado) empiezan por el formato grande (y más caro) y hay que esperar meses (o casi un año, o más) para encontrar la versión de bolsillo, más cómoda y asequible.
De momento no me he empezado el libro, y tampoco he seguido mucho a este escritor, me he leído tres o cuatro libros suyos y porque se los cogí a mi madre; pero tengo ganas de mirármelo, en internet he leído que es una novela tipo Larry Collins, y de él sí que he leído por iniciativa propia jeje.
Y es que cuando se quejan de que la gente no lee, no se dan cuenta de que algunos no leen, y otros no leen más porque no puede uno estar venga a comprar libros.
Y eso es todo por hoy.

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Un bonito descubrimiento (aunque sea para mí).

Empecé en el mundo de los blogs acompañada… no nos importaba dar la dirección… no escribíamos gran cosa… (tampoco lo hago ahora, pero la temática ha cambiado, supongo, aquello era una especie de diario público).
Después tuve uno yo sola… no di la dirección a una sola persona… pero me gustaba tenerlo… Lo volví a dejar una vez más… no recuerdo ni cuándo ni por qué… también lo hice desaparecer de la faz de la tierra… digamos que lo maté (¿o lo suicidé?).
Pero es que aunque no sé si lo hago bien o no, me gusta mucho escribir…
Así que hoy me peleo con wordpress (yo era de blogger, me resultaba fácil y entendible todo, y sabía cambiar los diseños, con sus colores conjuntaditos, su imagen cada vez en un sitio y todas sus cositas, claro que fui aprendiendo un montón de cosas de html de las que ahora no me acuerdo). No entiendo muchas cosas… yo puse un formato de hora… ¿Por qué cuando publico sale «hace x horas»? ¿Por qué tuve tantos problemas con una dichosa foto? ¿Por qué no entiendo nada y no consigo que salgan cosas aparentemente fáciles? Pero me gustó el «reto»… quería un cambio… y pasé de mi íntimo blogger…
Pero todo esto viene, porque intentando encontrar algún weblog perdido que antes leía (muchos de ellos ya no existirán); he llegado incluso a nuestra web (de la que os hablé primero), no al blog, que ya no está… pero sí a la página principal… y ahí he recuperado algunos links, y además los viejos diseños! Una pena no haber guardado algún código… ya no sabría ni por dónde empezar (bueno eso sí, por buscar una imagen, como hacíamos antes), de hecho no me queda claro si en wordpress puedo poner mi propio diseño (mejor no saberlo, que me pico y lo intento…).
No era mi intención publicar esto hoy… pero me ha hecho tanta ilusión! Aun sabiendo que así, si alguien que me leía antes (de mis conocidos), llega aquí y sabrá quién es pulguitas, perderé mi adorado anonimato (anonimato por timidez, quizás). Pero me hacía ilusión jolín, que ha sido todo un hallazgo!! Y si me encontrais y sabéis quién soy… pues bienvenidos y avisad!!!!!!!

(En breves iré añadiendo enlaces, por si esto es demasiado infumable y queréis huir :P)

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